sábado, 27 de marzo de 2010

Relatos de experiencias formativas de los estudiantes de cuarto año

Relatos de experiencias formativas de los estudiantes de cuarto año
(en proceso de escritura), 2009

1. Un pasado que condicionó el presente, el presente que modificó el futuro, de Ana Lilén García

Todo comenzó el segundo cuatrimestre del primer año de ingreso al I.S.E.F cuando empecé a cursar ¨ Juegos y Expresión ¨, un espacio dictado por la Prof. María Fernanda Carral en el ¨ Gimnasio Ana Pavlova ¨, que pertenecía a la línea de las Disponibilidades Corporales y Motrices.
Este momento constituye uno de los hechos más significativos en mi paso por la organización porque tuvo una elevada carga emocional y porque me cambió la forma de pensar a la E.F. Como la mayoría de los estudiantes y a pesar de que tenía comentarios de que la propuesta del I.S.E.F, no era formarse como ¨ el profe deportista ¨, yo estaba a la expectativa de encontrarme con prácticas deportivas elevadamente significativas para la sociedad, y relacionaba a la E.F como parte de tales prácticas, tal vez por mi experiencia pasada como alumna o por lo que las construcciones sociales nos imponen.
La experiencia ocurrió cuando durante las primeras clases del taller teníamos que realizar tareas tales como: rememorar juegos de la infancia y jugarlos con otro compañero, improvisar en relación a la música, crear historias y transmitirlas a través del cuerpo sin utilizar la palabra, entre otras. Las parejas eran siempre mixtas, algo que me ponía muy incómoda sobre todo porque inevitablemente tenía que haber contacto con el otro, tanto corporal como visual. En estas clases y en muchas otras de las que siguieron me preguntaba ¿Qué hago acá?, ¿cómo Lilén puede participar de estas tareas?, ¿cómo hace el resto para poder jugar a esto? ¿En qué piensan mientras se muestran así? ¿Qué van a pensar cuando me vean haciendo esto? Sentía que el resto sabía que me ponía súper incómoda y creía que a ellos eso también los limitaba a la hora de trabajar con migo en pareja o grupos, lo que me ponía peor y aumentaba mi incomodidad, me veía muy ridícula, no podía participar activamente, prefería quedarme anonadada y con un tono de admiración mirando al resto del grupo (tengo el recuerdo grabado de la ¨ soltura ¨ de Mauro Muratore) como sí, ellos podían desenvolverse, soltarse sin inhibiciones y mostrarse tal como lo sentían en ese momento. Creo mi pasado me estaba marcando rotundamente, yo, una persona que desde los ocho años se había avocado a un deporte federativo y de alto rendimiento, altamente codificado, esquematizado, de carácter psicomotriz en donde si hay contacto con otro es por medio de la oposición con golpes, tenía que dejar en la puerta del gimnasio donde se dictaban las clases de este taller mi pasado y parte de mi presente para poder entender que eso que tanta vergüenza me causaba, que tanto rechazo me generaba era parte de la E.F, era parte de la profesión que tanto deseaba ejercer en un futuro.
Si bien sabía por otras personas que ya habían asistido al instituto que existían en el I.S.E.F este tipo de actividades corporales y motrices, pensé que me encontraría con algo como danzas populares, folclóricas, algo ya estipulado, ya codificado y aceptado socialmente, no pensé que iba a tener que poner en juego mi creatividad y mi cuerpo como el equipo perfecto para poder llevar adelante el taller.
A fin de cuatrimestre me encontré con que había logrado un alto grado de desinhibición (en comparación de cómo había arrancado) frente al grupo, podía comunicar algún mensaje, idea, situación por medio de acciones corporales y motrices (como fue en los trabajos prácticos: ¨ La película ¨ y ¨ danzas ¨) y a partir de lo que viví gracias a María F. Carral y de mi ¨ encuentro con estas prácticas corporales entendí sencillamente que el juego y la expresión son parte de la E.F porque involucran al cuerpo en movimiento constante, porque son herramientas para enseñar y también para aprender sobre nuestra corporeidad y nuestro interior a pesar que socialmente estén condenados a ser relacionados con la ridiculez.
Hoy mismo, en mi paso por la cursada de prácticas especiales, o lo que vulgarmente los alumnos llamamos intensivas, he logrado planificar, en conjunto con mi pareja practicante, una Unidad Didáctica de Juegos expresivos, centrándonos en la expresión corporal ayudada por la música y la verdad que ya no siento el rechazo a este tipo de juegos, a pesar de que siento algo de pudor, cuando logro compenetrarme con lo que estoy haciendo ya no me importa cómo se ve de afuera. Espero resulte buena la propuesta, creo que además de la predisposición de los alumnos también tiene mucho que ver la nuestra como docentes del grupo, para que la unidad resulte motivante, tal como lo hizo María conmigo, durante mi cursada por primer año en el nombrado taller.

2- La etnografía: buena herramienta para la revisión de las prácticas y nuestro rol como futuros docentes, de Ana Lilén García

Este hecho interrelaciona dos dispositivos Seminario de Investigación y Formato Base, que pertenecen al mismo espacio curricular, Participación Asistida, de la línea azul del tercer año del I.S.E.F.
Desde el primer dispositivo, el 09/04/08 se nos planteó durante una clase con el profesor a cargo de la materia, Rodolfo Rozengardt, la posibilidad de que el docente como educador era capaz de poder generar conocimiento de carácter científico desde su experiencia, desde la práctica en las escuelas, por medio de lo que se conoce como investigación acción. Con autores como Miguel Ángel Duhalde, Gary L. Anderson, Kathryn Herr, comenzábamos a involucrarnos con la posibilidad de una forma válida de generar conocimiento, de reflexionar sobre el desarrollo como profesionales, de diagnosticar problemas, formular estrategias para resolverlos y diseminar todo esto más allá del escenario local. Al mismo tiempo, empezamos a realizar nuestras prácticas pedagógicas en los diferentes ámbitos con infantes o con adolescentes, y a desarrollar paralelamente el cuaderno del practicante. Este consistía en un cuaderno borrador que iniciábamos con una frase que elegíamos, yo para el mío propuse una de Cohello, del libro El peregrino, y donde escribíamos y registrábamos cada clase dictada, lo que habíamos propuesto, lo que había surgido, lo que nos estaba pasando, lo que necesitábamos mejorar, una observación de la clase y de nosotros mismos en ella, en fin, nuestra propia vivencia como practicantes, poniendo en juego el pensar y el sentir. En base a este registro, comenzamos a utilizar un procedimiento para el análisis y reflexión de las notas de campo que era nuestro registro en el cuaderno del practicante, la etnografía. Para llegar a realizar una nota etnográfica era necesario hacer varios procedimientos, entre ellos:
- Una lectura minuciosa de cada renglón (que previamente estaban numerados) respetando el orden de los hechos pero enajenándose de la redacción, es decir, el etnógrafo, nosotros practicantes, teníamos que pensar en esas situaciones como si no fuéramos nosotros quienes la habían redactado.
- Una codificación analítica (de apertura y focalizada), es decir, una categorización de cada renglón o pares, tríos de renglones.
- Y por último, comenzar a pensar en ideas o relaciones que puedan ser involucradas en una nota teórica que llamamos Memos, lo distinguimos en memos internos y externos.
Si bien este trabajo de campo, para la investigación cualitativa, tiene como objetivo elaborar proposiciones teóricas a partir de los registros, nosotros también pudimos utilizarlo para el trabajo que desde el formato base, a cargo del Profesor Horacio Bollo, se nos estaba pidiendo. Y éste es el hecho que marco, la realización de un trabajo complejo para mí y la integración e interrelación con otro de los dispositivos del espacio. El segundo trabajo, el de formato base, consistía en una revisión de la propia práctica pedagógica a partir de 2 consignas que daba el profesor Horacio Bollo, cada una de ellas apuntaba a desarrollar un factor específico de los componentes de la clase: una pregunta referida al vínculo que se establece con los alumnos y la otra apuntaba a la relación que establecían los alumnos con el contenido y la forma en que aprenden. La fuente que teníamos que usar era nuestro cuaderno del practicante, lo cual implicaba documentar esas situaciones y analizarlas, algo que nosotros por medio de las notas etnográficas ya teníamos casi resuelto. La otra cuestión a tener en cuenta era que toda afirmación que hagamos teníamos que sustentarla desde algún punto de vista teórico. La etnografía fue la base para hacer este trabajo y luego dependía de nosotros ampliar el marco teórico.
A partir de estas situaciones, de estos trabajos pude revalorizar:
- Que al trabajar con categorías teóricas, me permitió comenzar a hacer un comentario y fundamentarlo desde un determinado posicionamiento. A veces decimos ¨ el contenido en la clase estaba presente, los chicos se apropiaron de él y aprendieron a tal cosa… pero entonces y evocando el trabajo de Seminario yo puedo analizar esta frase típica de observadores por ejemplo, y comenzar a pensar en niveles de análisis más profundos, entre ellos, ¿qué significa que aprendieron?, ¿qué cosa te hace pensar de esta manera?, ¿cómo el contenido estuvo presente?, ¿en base a qué bibliografía o autores hoy podemos pensar de ésta manera?.
- La forma de encarar el trabajo de Formato Base utilizando al de seminario cómo base, también es aplicable a mi rol de coordinadora hoy, al momento de dar devoluciones o bien de escuchar las devoluciones de los observadores a los practicantes. Muchas veces dicen frases que a simple vista parecen comunes, o correctas (como la citada en el ítem anterior), pero si utilizamos las posibilidades de repensar y analizar que nos brinda la etnografía podemos empezar a tener más cuidado al enunciar ese tipo de frases pues tienen conceptos muy fuertes en su interior: que es el aprendizaje, de que manera y porque es necesario presentar el contenido de tal o cual forma, cómo nos adaptamos como docentes a la edad del grupo que tenemos, que concepción psicológica nos da fundamentos, etc.
- Por último, en los momentos de elaboración del trabajo de formato base, tuve que replantearme muchos aspectos de mis prácticas, sobre todo cómo me relacionaba con los alumnos (específicamente los de nivel inicial), y de qué manera pensaba plantearles los contenidos. En situaciones de desorganización que yo pensaba que el grupo era responsable, me di cuenta que estaba equivocada, tanto por responsabilizar a priori a los alumnos como en mi rol como docente en la forma de presentarles el contenido. Los trabajos me permitieron recopilar información de psicología como lo que respecta a las teorías del aprendizaje y en base a situaciones vividas pensar de qué manera o cuáles se presentaban en las mismas.

3- Ayudantías: mi primer acercamiento a la tarea docente, de Mauro Muratore

La situación que voy a narrar trascurre en el espacio complejo de “Aproximación al Campo”, el cual se dicta en el primer año de la carrera y forma parte de la línea de “Pedagógica”. En mi caso, transité el espacio en el año 2006. El hecho en sí sucede durante un trabajo práctico del Formato Base, correspondiente a ese espacio. Los profesores del mismo eran María Carral y Alejandro Tamagusku. El trabajo práctico al cual hago referencia se denomina “Ayudantías”, y tiene que ver con ir a un colegio y ayudar a un profesor en el desarrollo de la clase.
Debido a que, junto con Matías Correa y Luis Calle estábamos llevando adelante el trabajo práctico de “Identidad del Campo”, correspondiente al mismo espacio, en el Colegio “Ciudad de General Pico”, las “Ayudantías” también las desarrollamos en ese establecimiento. Los profesores a los cuales teníamos que ayudar eran Fabio Krivzov y Graciela Campagno. El grupo del primer profesor estaba conformado por varones de aproximadamente 15 o 16 años (primer año de Polimodal), mientras que el grupo de la profesora también correspondía al nivel Polimodal, pero era un grupo de mujeres. Vale aclarar que ya veníamos observando estos grupos para desarrollar el trabajo de “Identidad del Campo”.
Respecto al grupo de varones, recuerdo que me llamó la atención la predisposición que tenían los alumnos a la hora de preparar el espacio para hacer el deporte propuesto por el profesor: “tenis criollo”. Cuando el profesor llegaba, los alumnos buscaban la red y las paletas y preparaban la cancha en el campo exterior de básquet. Lo que hice en las tres o cuatro clases que participé de la experiencia de “Ayudantías” con el grupo de Fabio, fue participar en el juego con los alumnos.
Con el grupo de Graciela, en cambio, no pudimos observar muchas clases, ya sea porque no había o porque se superponían con otras ocupaciones del Instituto. Sin embargo, el hecho significativo se dio en una de esas pocas clases. Recuerdo que, en una entrada en calor lúdica, Graciela nos dijo s nos animábamos a proponer una variante a una mancha para evolucionar la misma. No fue esa la expresión que usó, incluso no sé si a esa altura de mi formación estaba en condiciones de entender como evolucionar un juego. Lo que si recuerdo es que en un principio dejé esa responsabilidad a mis dos compañeros de grupo, quizá por vergüenza o por miedo de no saber qué hacer.
Si bien no estoy en condiciones de especificar con exactitud en número de alumnas, podría decir que aproximadamente habían concurrido 15 adolescentes. Luego de unos minutos de clase, llegó el momento de proponer el juego. Luis Calle era el encargado de explicitar la consigna. Se trataba de una mancha cadena: una alumna es la “mancha” y otra alumna es la “manchada”. La idea es que formen filas de tres o cuatro alumnas tomadas de la mano y que, para salvarse, la manchada tiene que tomarse de la mano de uno de los extremos. Al hacerlo, la alumna ubicada en el otro extremo de la fila se convierte inmediatamente en la “manchada”.
Cuando la profesora reunió al grupo, Nos acercamos y Luis empezó a explicarles el juego. No recuerdo con exactitud sus palabras, pero sí que las alumnas no entendían el juego y que permanentemente manifestaban dudas al respecto. Al ver esto, Matías también empezó a hablar pero la situación seguía igual, las alumnas no podían comprender lo que se les explicaba. La situación me incomodaba, por lo que tomé coraje e intenté explicarles pidiéndoles que se tomen en grupos de cuatro personas de la mano y dejando a dos alumnas libres que iban a cumplir el rol de “mancha” y “manchada”. Como un ejemplo, les dije que yo iba a ser la “mancha” y una de las alumnas la “manchada”, yo la iba a correr y ella se iba a intentar escapar, teniendo la posibilidad de salvarse cuando se tome de la mano de una de las alumnas ubicada en un extremo de alguna fila, por lo que la del otro extremo pasaba a ser la “manchada”. Cuando las alumnas dijeron entender de qué se trataba el juego, les dije que se pusieran a jugar. Al hacerlo, cuando una alumna se tomé de la mano de la fila, la del otro extremo no salió corriendo, y la que era “mancha” siguió tocó a la primer compañera que perseguía. Debido a esto, Graciela intervino y siguió explicando el juego, y después de unos minutos pudieron resolverlo.
Ese hecho en particular me dejó pensando en la importancia de saber explicar o expresarse delante de un grupo, de lo que hay que tener en cuenta antes de dar una clase o de estar frente a los alumnos. Hasta ese entonces no había considerado que lo que decimos debe estar ajustado al grupo, ni siquiera había prestado atención a como me explicaron las consignas durante mi transcurso escolar. Dos años más tarde, en el 2008, al momento de dar las prácticas, una de las cuestiones que más me preocupaban era como hacerme entender para que el grupo supiera lo que les proponía. Enseguida me venía a la mente ese acontecimiento en el que no pude explicar correctamente un juego. Debido a esto, siempre anticipaba más o menos que es lo que iba a decir en una clase o como iba a explicar ciertos contenidos o consignas. Además de hacer un plan de clase con estas cuestiones, durante mis primeras clases, repetía en voz alta en mi casa algunos momentos de la clase sobre los que tenía dudas.

3. Nuestro paso por la Escuela Hogar de Pichi Huinca, de Yamila Recarte

Al comienzo de tercer año en uno de los dispositivos propio de la línea de la practica pedagógica, más específicamente del espacio intervención pedagógica, se nos planteó como proyecto de extensión realizar una propuesta en la cual tendríamos la oportunidad de viajar hacia una escuela hogar, cerca a nuestra localidad, para efectuar, al cabo de unos días, una puesta en práctica de educación integrada entre las áreas de arte y de educación física. Para el mismo realizamos un intercambio con alumnos del INEF de Córdoba y alumnos del instituto de bellas artes, con el objetivo de plantear entre todos, una propuesta motivante, agradable y divertida, para que los alumnos de dicha escuela pudieran disfrutar de una experiencia diferente a las de su vida habitual.
Cuando nos conocimos con los profesores de Córdoba y los alumnos, armamos dos grupos diferentes en relación a los colegios a los que íbamos a visitar; por un lado el perteneciente a Ojeda y por otro el de la escuela de Pichi Huinca. En mi caso tuve la suerte de formar parte del grupo en el que estaban los profesores del ISEF, María Carral y “Pitón”, profesores del INEF Griselda y Soledad junto con dos alumnos del mismo, llamados Sebastián y Jorge, cuatro de mis compañeros del ISEF Martín, Yanina, Rocío y Maxi, junto con dos chicas de bellas artes (de las cuales no recuerdo el nombre).
Previo al viaje, nos juntamos a planificar en tres ocasiones diferentes; en la primera de ella estábamos presente todos los miembros del grupo menos los pertenecientes a Córdoba que llegarían posteriormente y en la segunda ocasión, donde se habló de cómo íbamos a articular el área de arte con el de educación física y en cómo dividiríamos los grupos de la escuela para poder trabajar con todos ellos, estuvimos todos los alumnos implicados en la experiencia, sin presencia de los docentes; y por último tuvimos una reunión para ajustar detalles de lo que íbamos a llevar a cabo, ahora si completamente armado el equipo de trabajo.
Mis ideas previas a la realización de esta extensión, fueron muy variadas y llenas de dudas, porque no solo iba a ser “algo diferente” por llevarse a cabo en una escuela hogar, donde realmente no tenía conocimiento de cómo se manejaba la educación en un colegio de estas características, sino que también el hecho de que vinieran alumnos de otras organizaciones a participar con nosotros dándonos la posibilidad de realizar un intercambio entre todos, lo hacía aun más especial.
En relación a la escuela yo pensaba que los alumnos iban a ser diferentes en comparación con los que van a otros tipos de colegios; pensaba que iban a llevarse bien entre ellos, que serian más tranquilos, etc.
En particular, otro pensamiento que tenía antes de ir, era que en la realización de las clases, en los contenidos, en lo que llevaríamos adelante con los chicos; nosotros los alumnos de los institutos de educación física, estaríamos condicionados por los docentes que nos acompañaban a la misma.
Cuando llegamos, nos dividimos en grupos de trabajo, por grupos de alumnos y armamos el itinerario de las horas que íbamos a utilizar, cuando nos presentaríamos, qué teníamos que preparar, etc. (todas cuestiones organizativas). En mi caso, junto con Sebastián y Maxi estábamos asignados para dar educación física con alumnos de 4to y 5to grado. Específicamente para llevar a cabo juegos y actividades orientadas a las carreras veloces, ya que este fue el tema que decidimos abarcar dentro de la gran gama de posibilidades.
También en uno de los talleres que dictábamos a la tarde con carácter opcional, ya que los chicos podían optar a cuál concurrir, sin importar el año en el que se encontraban; estábamos Rocío, Maxi y yo, como los referentes del taller acerca de juegos y actividades expresivas.
Y en el caso de las clases de arte participé en tres de ellas, donde actué como colaboradora junto con los demás alumnos del INEF e ISEF.
Luego de realizar las clases, tanto unas como otras, convivíamos con los alumnos dentro de la escuela, así como también entre nosotros (alumnos y docentes), adaptándonos al lugar donde estábamos realizando la experiencia (desde el punto normativo). Esto, dentro de todo lo significativo que fue para mí la experiencia en general, me cambio la mirada que poseía de aspectos variados, como por ejemplo: el trato de los alumnos de la escuela fuera de las horas de clase con los docentes y con nosotros, como nosotros podíamos interactuar con nuestros docentes desde un trato menos formal al habitual, etc.
Se produjo un cambio en mí, en varios aspectos, pero se me hace difícil resumir la experiencia, ya que en cada una de las cosas que hicimos fui aprendiendo cosas nuevas, comprendiendo un poco más otras, etc. No solo desde la puesta en práctica de las clases planificadas para los alumnos, sino desde el trabajo previo, de la organización, de la interacción con los demás compañeros, con los docentes, sino desde lo ocurrido con los talleres, con las producciones hechas por los alumnos de la escuela, por las emociones compartidas al llegar y tener que irnos, etc.
Creo que en particular me sirvió para muchas más cosas de las que puedo escribir, pero en aspectos muy generales, pude por un lado cambiar mi prejuicio de que los alumnos de la escuela hogar eran diferentes a los de las escuelas de la ciudad, tienen los mismos problemas, se pelean entre ellos de la misma manera que todo el mundo porque lógicamente son personas, etc. Pero lo que si puedo resaltar es que, por ser que estuvimos poco tiempo con ellos, el afecto que nos transmitieron fue muy grande; nos demostraron que les importó mucho nuestra visita y no tanto los elementos que les habíamos llevado para regalárselos al final de la jornada. Esto me sorprendió ya que a la hora de despedirnos les dejamos una caja en frente de ellos llena de pelotas y materiales para hacer educación física y pensaba que lo primero que iban a hacer, por chicos que son, es ir a ver que tenia, pero ninguno de ellos lo hizo, todos fueron a darnos un beso y a saludarnos hasta con abrazos.
A su vez me sirvió para conocer el funcionamiento de una escuela hogar; como los docentes tienen que cumplir el rol de maestros, de “padres”, de consejeros, etc. Como deben cumplirse estrictamente horarios rutinarios para que los chicos coman, estudien, tengan un tiempo para recrearse, vuelvan a estudiar, etc.
Por otro lado me sorprendí porque en la realización de esta experiencia los profesores, tanto de Córdoba como los del ISEF que nos acompañaron, nos dieron su apoyo y colaboraron con nosotros en aquellas iniciativas que tuvimos, no se nos restringió para nada las posibilidades a la hora de dar las clases, recibimos sugerencias pero lo que sentí personalmente fue libertad para poder enseñar y crecer como futuros profes. Para mí que todavía no había empezado con las prácticas, fue una ayuda importantísima para la constitución de mi confianza frente a un grupo.
También el hecho de compartir la experiencia con otros alumnos de educación física pero fuera de nuestra organización, me hizo conocer otros modos de pensar la enseñanza, ver cómo piensan las clases, hacer un intercambio entre lo que nosotros sabemos con lo que ellos traían; por ejemplo: la diversión dentro de la clase para ellos era uno de los factores primordiales, mientras que para mí lo era el contenido.
Para concluir creo que este tipo de vivencias son aquellas las cuales no deberían dejarse pasar porque te ayudan a crecer no solo como docente sino como persona.

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